“Así que no nos fijamos en lo visible, sino en lo invisible, ya que lo que se ve es pasajero, mientras lo que no se ve es eterno” (2 Cor.4:18 NVI)
Usualmente pensamos que la tentación tiene que ver con una elección entre hacer lo bueno y lo malo, entre lo correcto e incorrecto. Ciertamente con esto en mente puede resultarnos sencillo dar una respuesta adecuada cuando tenemos que enfrentarla. Pero, la tentación es más que esto, es también una elección entre el ahora y el después. ¿Hago lo que Dios dice y disfruto sus beneficios después, o hago lo que quiero y disfruto de los beneficios ahora?
Cuando decidimos por lo que es incorrecto estamos tomando también una elección por el disfrute temporal y eso tendrá terribles consecuencias para lo eternal. La primera consecuencia será nuestra comunión con Dios y el daño que causará esto a los propósitos que tiene para con nuestras vidas, porque ojo, lo eterno no es algo que ocurrirá después de la muerte, la vida eterna empezó en nosotros en el momento en que Jesús llegó a ser Señor y Salvador de nuestras vidas. Así que cada vez que caigas en la tentación estas poniendo en grande riesgo lo que él tiene preparado para tu vida. Tu crecimiento, tu gozo, tu paz y su presencia están en juego cuando pones tu mirada únicamente en lo que ves, en lo pasajero. Por lo que ante la tentación debemos de preguntarnos: ¿vale la pena optar por lo pasajero y perder lo eterno?
Ampliar el concepto de la tentación se hace entonces necesario. Ya optar por lo malo es un grande prejuicio, pero ¿estar dispuesto a perder lo eterno? ¡Qué tal cosa no nos suceda!
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