“¡Oh Señor, tú eres un Dios grande y temible! Siempre cumples tu pacto y tus promesas de amor inagotable con los que te aman y obedecen tus mandatos” (Dn.9:4).
Son muchas las cosas que nos motivan a orar a Dios, sin embargo, si una de ellas no lo constituye el reconocer que es fiel a sus promesas, sólo miraremos desde lejos los milagros que está dispuesto a hacer en nuestras vidas.
Sin duda la diferencia entre una ferviente vida de oración y la que es apática se encuentra en si creemos o no en la fidelidad de Dios. Tal vez seas de las personas que en algún momento te quedaste atascado y eso te llevó, no a perder totalmente tu fe, pero sí a mantener una fe recelosa, que solamente consiga lo que necesitas para mantenerte fiel en un peregrinaje cómodo a lo largo de tu vida cristiana, sin esos sobresaltos divinos que en tu interior anhelas que ocurran para hacer menos monótona tu vida.
Busquemos reforzar nuestra vida de oración. Empecemos aquí, Dios siempre cumple su pacto y sus promesas de amor inagotable. No hay nada que lo detenga, excepto nuestra incredulidad. Así que, desde hoy decidamos hacer ese gran cambio, saca la incredulidad … pon en ella la fe.