“Y ahora, oh Señor, escucha sus amenazas y danos a nosotros, tus siervos, mucho valor al predicar tu palabra” (Hch.4:29)
No nos gusta el temor. Lamentablemente nos seguirá a lo largo de nuestra vida. Vivimos en un mundo imperfecto y nos ocurrirán circunstancias que nos atemorizarán. Por tanto, bueno es saberlo, quizás el aceptar que ocurrirán nos ayude a atenuarlo cuando las tengamos al frente como un poderos gigante.
Sin embargo, hay algo que debemos de tener presente cuando el temor nos sobrevenga. El temor es una oportunidad para confiar y ver el poder de Dios. Así lo señaló el salmista cuando dijo: “Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza. Confío en Dios y alabo su palabra; confío en Dios y no siento miedo. ¿Qué puede hacerme un simple mortal?” (Sal.56:3-4). Fue este principio que estuvo presente en los apóstoles cuando recibieron la amenaza de no hablar en el nombre del Señor Jesucristo. Aun llenos del Espíritu Santo se turbaron ante este hecho por lo que elevaron su oración al Señor a fin de ser confortados con denuedo para continuar la tarea (Hch.4:18-31). El temor será una oportunidad para confiar y ver el poder de Dios.
Una vez conmovido… afírmate. El temor siempre es una buena oportunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario