1 Corintios 13:1-8
“Si no tengo amor, de nada me sirve hablar todos los idiomas del mundo, y hasta el idioma de los ángeles. Si no tengo amor, soy como un pedazo de metal ruidoso; ¡soy como una campana desafinada! Si no tengo amor, de nada me sirve hablar de parte de Dios y conocer sus planes secretos. De nada me sirve que mi confianza en Dios sea capaz de mover montañas. Si no tengo amor, de nada me sirve darles a los pobres todo lo que tengo. De nada me sirve dedicarme en cuerpo y alma a ayudar a los demás” (vv.1-3).
Con el transcurrir del tiempo solemos perder la motivación correcta, aquella que no llevó a desear o a buscar el trabajo que nos encontramos haciendo. Entonces poco a poco en la medida que vamos perdiendo dicha motivación, también perdemos la pasión que va relacionada con ella.
Así ocurre también en la vida cristiana y de forma especial en el servicio cristiano. Al comienzo es el amor al Señor lo que nos impulsa a hacer las cosas. Nos sentimos apasionados por el ministerio que se nos ha sido encomendado ya que este amor tiene la capacidad de generar una dinámica interior muy importante en nuestra vida. Lamentablemente con el transcurrir del tiempo esto se va perdiendo y entonces surgen motivaciones como la calidad, la obligación, el programa, la fama, y otros tantos que aunque pueden conseguir mantener nuestro servicio ya no son suficientes de cara a Dios. El Señor no aceptará como motivación nada que sustituya el amor, y no cualquier amor sino el amor que él ha derramado en nuestro corazón. No hay valor en las cosas hechas en el servicio cristiano si estas no son motivadas por el amor. Démosle pues un sentido a lo que hacemos… HAGAMOSLO CON AMOR.
No hay comentarios:
Publicar un comentario