Filipenses 2:1-11
“Estoy seguro de que Cristo les ha dado a ustedes poder para animar a los demás. El amor que ustedes tienen los lleva a consolar a otros, y sé que todos tienen el mismo Espíritu y son compasivos. Por eso les pido a todos ustedes que me hagan totalmente feliz, viviendo en armonía y amándose unos a otros. Pónganse de acuerdo en lo que piensan, deseen las mismas cosas.” (vv.1, 2).
¿Cuál es el resultado de la obra de Cristo en la vida del hombre? Definitivamente responderemos que es la salvación. Pero la salvación es un concepto erróneo si solamente se considera como escapar del infierno. Por el acto de salvación entendemos que Dios ha puesto su Espíritu en nosotros renovándonos para vivir una vida diferente aquí en la tierra, para experimentar relaciones diferentes.
Pablo así lo ha entendido. Cristo nos ha dado el poder para animar a otros, un amor que no lleva a consolar a los demás y lo que es mejor la capacidad para vivir en armonía pensando y deseando las mismas cosas. ¡Esto es tremendo! ¡No debemos de estar en los cielos para experimentar una vida así!
La iglesia debe ser un lugar en la que las relaciones tienen que ser distintas. Leía hoy un párrafo que dice: “Ya no tenemos que relacionarnos con egoísmo, orgullo, sin armonía, conflicto, rabia, envidia y dureza. Cristo ha abierto la puerta para poder amarnos como Él nos ama; buscar el bien de otros por encima de nosotros mismos; querer entender los pensamientos e ideas de los demás sin tratar de promover la propias; aprender a identificar las cosas que nos unen; poner nuestras energías para servir a Cristo sirviendo a otros, y así tener esa profunda amistad con los demás”. Esto y más están al alcance de la iglesia.
Que como iglesia explotemos aquello para lo cual Dios nos ha salvado. Vivamos relaciones diferentes. ¿Qué cambios harás en tu vida para que esto sea posible?
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