martes, 5 de abril de 2016

¡LIBRES DE CONDENACIÓN!

Romanos 8:1-11


“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (v.1)



El capítulo siete de Romanos es totalmente lapidario para toda intención que el buen hombre tiene para tener una conducta ética. Al terminar dicho capítulo todavía suena como un eco las palabras perturbadoras de Pablo “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” que le recuerdan al hombre honesto que todo buen propósito termina solo llevándonos a reconocer nuestra absoluta incapacidad.
Pero, existe Aquél que nos puede liberar. Como se implica de las palabras de Pablo, nosotros somos totalmente incapaces y la ayuda nos tiene que venir de afuera, de alguien que si sea capaz de tomar nuestras miserias para hacer de nosotros algo nuevo. Precisamente ese es Cristo. ¡Él nos libra de toda condenación!
¿Cómo podemos entender esto? Para quienes somos cristianos debería resultarnos familiar todo esto. El capítulo siete habla del poder del pecado y ese poder se traduce en que nos condena: (1) a vivir una vida separada de Dios, y (2) a ser esclavos bajo su yugo. Ahora bien, tal cosa ya no ocurre más. El pecado está allí pero ya no nos amedrenta, ha perdido su señorío sobre nosotros; y ¿qué decir de nuestra comunión con Dios? Sólo basta recordar las palabras del apóstol en 8:35 “¿Quién nos separará del amor de Cristo?”. Para ser breve en la respuesta: ¡Absolutamente nada!
Vivamos con esa certeza. Este es tu privilegio. Piensa y actúa como alguien que está libre de toda condenación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario