“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Ama a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento más importante que estos” (Mr.12:30-31)
Hemos perdido el rumbo de nuestras vidas concentrando nuestra atención en aquello que no es. Pensamos que la vida se trata de logros, adquisiciones, popularidad o prestigio. La cuestión es que la vida no se trata de nada de esto si no de lo bien que amas.
Creo que vivimos en una etapa especial de la Historia de la humanidad. Como creación de Dios hemos escalado a un nivel envidiable, pero siendo honestos nuestro mundo no se ha convertido en el mejor lugar para vivir, y es que precisamente a esta situación hemos caído porque nos hemos concentrado en aquello que no es lo más importante: el dedicarnos a amar.
Al Señor Jesús se le preguntó por cómo podía resumir todas las ordenanzas dadas por Dios en el Antiguo Testamento y su respuesta no solamente era una respuesta religiosa, tampoco era una de las tantas respuestas que uno debería escuchar, sino fue la RESPUESTA, la única que integra toda la vida del ser humano. El hombre debe dedicarse a amar a Dios, a amar a su prójimo y a amarse a sí mismo. Todo lo que tiene valor solamente cuenta cuando viene como resultado del amor.
Nuestro mundo y nuestras relaciones dejarán de ser ficción si nos dedicamos a ello. Claro, exigirá un gran compromiso, pero sí hemos alcanzado cosas imposibles, ¿no podremos hacer esto con la ayuda de Dios?
No hay comentarios:
Publicar un comentario