“Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz” (Stgo.3:18)
No puedes beneficiarte de la justicia sino siembras paz. No puedes sembrar paz si no eres de aquellos que hacen la paz.
Santiago 3:13-18 es una porción en la que se discute acerca de la forma correcta de tratar los conflictos. Se menciona aquello que lo provoca: celos amargos, contención. Por otro lado aquello que lo evita, lo cual lo considera como resultado de actuar con la sabiduría de lo alto. Es en esto último que sostiene que si queremos recibir el fruto de justicia (aquí vivir en paz), tenemos que sembrar semillas de paz.
¿Cómo hacemos esto? Creo que una de las razones para dar rienda suelta a los conflictos es que pensamos que todo en la vida se trata de ganar. En el fondo de toda contención están nuestros egos que sienten que están compitiendo por ser escuchados y obedecidos. Algo en nosotros se pone en alerta y nos sentimos amenazados cuando el otro se resiste a acceder a nuestras demandas o nos impone las suyas. Para hacerle frente a esto, el único antídoto es la mansedumbre (v.13). Eso que en forma sencilla puede definirse como ceder tu deseo de ganarle al otro, o dicho de otro modo dejar de lado ese perverso espíritu de competencia.
Empieza hoy a sembrar. No importa el tipo de tierra que seas o la cantidad de mala yerba que se encuentre en ti. Siembra con paciencia y mucho sudor. Los resultados se irán viendo en el tiempo, seguramente que sí.
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