Salmos 144:1-15
“Misericordia mía y mi castillo, fortaleza mía y mi libertador, escudo mío, en quien he confiado; el que sujeta a mi pueblo debajo de mí” (v.2).
La vida debe ser desarrollada a través de certezas. Ellas son las que en definitiva nos hacen más fácil el trajinar del diario andar. Para los cristianos es un asunto sin cuestión alguna que nuestras convicciones nos venga de Dios.
Así lo entiende el salmista. El cuidado y protección, la fuerza y libertad, son asuntos que están en la mano de Dios. El contexto es amenazante para nuestro autor, “sálvame de las aguas tumultuosas; líbrame del poder de la gente extraña. Cuando abren la boca, dicen mentiras; cuando levantan su diestra, juran en falso” (vv.7, 8). Es frente a esta realidad que la certeza se levanta para traer descanso y esperar confiado en el Dios que es misericordioso, castillo, fortaleza, libertador y escudo. Pero noté es “mi misericordia, mi castillo, mi fortaleza, mi libertador, mi escudo”. ¿Hay algo mejor que esto?
Recordemos, nuestras vidas se levantan sobre la base de convicciones. Tener la certeza de que todo está en las manos de Dios, el cual es es todo y más de lo que afirma el salmista, nos lleva a descansar confiados.
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