“Levántense durante la noche y clamen. Desahoguen el corazón como agua delante del Señor.” Lamentaciones 2:19a (NTV).
Tu dolor debe motivarte a contárselo a tu Padre. Es una de las razones más difíciles y más valederas para acercarte a él. De hecho, Dios nos enseña que necesitamos tomar este camino cuando el dolor nos está consumiendo.
Cuando el dolor usualmente nos alcanza lo hace de manera inesperada, no estamos preparados para recibirlo y aunque algunas veces pueda avizorarse en la lejanía, nunca será bienvenida en nuestra vida. Pero a éste no le importa, nos llega con todo, nos golpea, nos avasalla consumiéndonos físicamente, mentalmente y espiritualmente. Lamentablemente éste viene acompañado de preguntas, dudas, quejas y reproches que la hacen más insoportable, y que cuando tienen el destino equivocado terminan apartándonos del único que está dispuesto a escucharlas y tomarlas en cuenta.
En estas circunstancias, Dios nos pide que vayamos a él y se lo contemos. Nos dice que le descubramos todo nuestro dolor sin el temor de sentirnos rechazados. “Deja correr el llanto e tu corazón como una ofrenda derramada ante el Señor” se afirma en la NVI. No existe entonces razón para volver nuestros pasos y huir de su presencia, ni tampoco para seguir soportando tan inmensa carga.
Tal vez en este momento sea el tiempo para hacerlo. No hay un tiempo oportuno sino aquel que nos lo exige el dolor. Deja lo que vas hacer para escapar, nada es más valioso hoy que contarle tu dolor.
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