“Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad” (1 Jn. 3:18).
El amar no obedece a mi propio estándar sino requiere que se haga según el de Dios. Él me exige que mi amor sea integro. ¿Qué es lo que esto quiere decir? Que no debo quedarme en mis hermosas palabras. Puedo expresar las mejores palabras, cargadas todas ellas, incluso de una profunda emoción, pero sí estas no son refrendadas por mis hechos, no he hablado con verdad. Este tipo de amor no corresponde al estándar de Dios, en éste no hay integridad.
El amor de Dios requiere que se eleve el estándar y no es fácil de estar al nivel de éste, se requiere no solamente haber nacido de nuevo sino también una absoluta dependencia de Dios porque amar no nos resulta algo natural aun cuando lo deseemos con todo el corazón. ¿Acaso no nos hemos dicho: desde ahora amaré a……. y cuando está delante nuestro hay como una gran muralla que nos lo impide?
Lo maravilloso de todo esto es que elevar el estándar será en provecho nuestro. Acentuará nuestra intimidad y dependencia de Dios y eso sin duda es una gran bendición para el hombre que anhela amar a la manera de Dios. Procuremos entonces dejar de amar solamente de palabra y de labios para afuera, empecemos a hacerlo también con hechos y en verdad.
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