“Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra cabeza; pasamos por el fuego y por el agua, y nos sacaste a abundancia” (Sal.66:12).
Las pruebas consiguen tener una lógica de la más extraña. Nuestro entendimiento las asume como necesarias, sin embargo también por esa misma lógica no las queremos como compañeras en nuestra vida. Es como si tuviéramos un eslogan que dijera: A LA PRUEBA DILE QUE SÍ, PERO A SU VEZ DILE QUE NO.
El salmista nos expresa una realidad que muchos han experimentado, tras la prueba viene la abundancia, pero que la prueba en sí es como pasar por el fuego y por el agua, y añade diciendo que es como tener hombres que cabalgan sobre nuestras cabezas. Me gustaría que prestaras atención porque él también dice que fue el Señor quien hizo esto, es decir él nos metió en este asunto que conocemos como prueba. Todo esto sin duda alguna consigue empañar el propósito de esta experiencia de manera tal que perdemos nuestra objetividad y nos olvidamos del hecho que tras la prueba viene la abundancia.
Pero ¿Cuál es la abundancia que trae la prueba a nuestra vida? No sé si para ti son suficientes las palabras del salmista que aparecen en el verso diez: “… nos purificaste como se purifica la plata”. Pero, éstas responden de forma cabal a la abundancia que viene tras experimentar la prueba. Esto será lo que te sostendrá con firmeza cuando tengas que afrontarla.
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