2 Corintios 10:12-18
“Porque el hombre digno de aprobación no es el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien el Señor alaba.” (v.18)
¿Necesitamos ser alabados? Pablo discute este asunto en el contexto de un conflicto generado por ciertos personajes que han llegado a Corinto que han entrado en competencia con el propósito de exaltar sus figuras y respectivos ministerios (v.12). Al hacer esto, habían incurrido incluso a tomar para sí mismos el trabajo ejecutado por otros con la finalidad de así extender su propia fama y así ser dignos de mayor reconocimientos (v.15).
La búsqueda de la alabanza no parte de un corazón humilde, es el orgullo el que lo motiva y lo ciega a tal punto que situaciones como la de Corinto ilustran el camino a donde podemos caer cuando esto se convierte en una obsesión. ¿Cómo podemos detenerla? El apóstol nos da el remedio: Primero, el único motivo de orgullo debe ser el haber creído en el Señor, “Si alguien quiere sentirse orgulloso de algo, que se sienta orgulloso de creer en el Señor.» (v.17 TLA); Segundo y último, deja que sea el Señor quien te apruebe y reconozca, “La persona que merece aplausos no es la que habla bien de sí misma, sino aquella de quien el Señor habla bien” (v.18 TLA).
Debemos buscar terminar con ministerios que se levantan con motivaciones incorrectas y que siguen propósitos personales. ¡Hay tantos de ellos en la actualidad! Así que debemos recordar que “… no es aprobado el que se recomienda a sí mismo sino aquel a quien recomienda el Señor” (v.18 NVI)
miércoles, 27 de julio de 2016
martes, 26 de julio de 2016
¿ESPECTÁCULO?
“Entonces los que se habían reunido para presenciar aquel espectáculo, al ver lo ocurrido, se fueron de allí golpeándose el pecho” (v.48)
El diccionario define espectáculo como “Representación o función que se presenta ante un público con el fin de entretener”. ¿Es en esto que estamos convirtiendo el evangelio? ¿En una representación que busca entretener al público?
Sin pretender ser una voz que se levanta para criticar lo que está ocurriendo en nuestras iglesias, necesitamos confrontar lo que estamos haciendo al interior de nuestros templos, y lo digo en plural porque como pastor también experimento la tentación de convertir el evangelio en un espectáculo. La tentación que vivimos las iglesias es cómo presentamos un evangelio que enganche a la gente posmoderna que es bombardeada de formas creativas que hace que sean capturados y no quieran saber de un mensaje que tiene sus orígenes hace veintiún siglos atrás. Al parecer las formas le han dado ya la caducidad al evangelio de modo que también nosotros caemos en lo mismo y entramos en el juego de buscar creatividad para atraer a la gente cada semana a nuestros recintos a la manera de clientes como que si nuestro ministerio consistiera en tener llenos nuestros templos.
Podemos pecar de subjetivos cuando hacemos defensa de los cultos que ofrecemos diciendo que son o no son un espectáculo, pero sí todo lo que hacemos solamente honra al hombre y al ministerio de una iglesia se ha fracasado rotundamente, o sí la motivación solamente está en la clientela y nos preocupamos porque ya nuestras formas no los atraen, entonces hemos cedido al espectáculo, estamos en pecado y debemos de arrepentirnos inmediatamente.
En este escenario es importante recordar que quienes fueron a mirar a Cristo en la cruz con el propósito de entretenimiento fueron conmovidos por lo que allí observaron como bien lo señala el evangelista Lucas. Tras ver todo lo ocurrido y después de la muerte de Jesús, volvieron a sus casas golpeándose el pecho en señal de un profundo dolor y culpa, sus conciencias endurecidas terminaron siendo traspasadas por todo lo que vieron allí. Si no conseguimos que esto ocurra en nuestros cultos… hemos caído en el entretenimiento.
viernes, 22 de julio de 2016
ACEPTACION
“Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios” (v.7)
La aceptación es un valor que se nos hace necesario. Necesito aceptarme y luego necesito aceptar a los demás. De hecho la aceptación sigue ese camino, primero yo, luego los demás, así lo dejó claro el Señor cuando al referirse a la segunda parte del Gran Mandamiento afirmó que debíamos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mt.22:39).
Aceptarnos implica recibirnos como individuos y sentirnos contentos con quienes somos. Al hacerlo así construimos la identidad con la cual salimos al mundo y hacemos frente todas sus presiones. Que hayamos arribado a un buen término nos proporcionará los recursos para aceptar también a los demás y construir así una red saludable de relaciones.
Pero ¿cómo logramos aceptarnos? ¿Es posible hacerlo sin la ayuda de Dios? Realmente el hombre puede intentarlo pero su esfuerzo será en vano. Nos vamos a sentirnos inconformes porque lo que veremos de nosotros no nos será nada agradable. Sin embargo es cuando ponemos nuestros ojos en la cruz en que recién podemos entender el valor que tenemos para Dios y el como él nos recibe a través de su Hijo Jesucristo. Toda nuestra percepción cambia y al recibir su perdón y su gracia terminamos dando la bienvenida a un nuevo hombre, aquel cuya identidad está ahora en Aquél que le salvó.
Entonces lo que antes no podía, ahora sí puedo. Puedo desarrollar relaciones sanas con los demás porque también las tengo conmigo mismo. Me he recibido, me he aceptado, puedo aceptar a los otros como Cristo me ha aceptado.
jueves, 21 de julio de 2016
PECADO Y PROSPERIDAD
“El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” (v.13).
El título del devocional de hoy puede llamar nuestra atención. ¿Sugiere alguna relación entre el pecado y la prosperidad? Y sí es así ¿cuál es esa relación? Nuestro versículo de hoy expresa que esa relación existe y que en este caso específico lleva al hombre a alcanzar un beneficio que el proverbista denomina prosperidad. Ojo, en ninguna manera está invitando al pecado, sino que parte de la condición de un hombre que ya ha caído bajo sus garras y que a partir de esa realidad puede cambiar su condición de desgracia tomando esa oportunidad para su provecho.
¿Cómo se ejecuta la relación? El proverbista señala un doble proceso: (1) Confesar el pecado, esto consiste en dejar el estado de negación para reconocer una acción como pecaminosa. Requiere humildad para dejar el punto de vista que muchos suelen usar para entrar en un estado de negación y endurecimiento. Confesar es admitir la acción delante de Dios y pedirle su perdón y misericordia. (2) Apartarse del pecado, esto requiere conversión, esto es volver a Dios. Es allí en donde el hombre va a tener su lugar seguro y permaneciendo en él es que halla su prosperidad.
¿Has caído bajo las garras del pecado? Las cosas no están acabadas… Usa esta situación para tu prosperidad. ¿Crees que no es posible? Entonces pregúntale al Hijo Pródigo (Lc.15:17-20)… he allí a un hombre que convirtió su pecado en prosperidad.
miércoles, 20 de julio de 2016
DEUDA PAGADA
“El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó—, y se lo pagaré todo.” El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad” (vv.26-27).
Qué desesperante debió de haber sido la situación del siervo que fue llamado a saldar la deuda que tenía con su señor. Había prestado dinero al rey, el cual generosamente le había entregado una suma exorbitante y ahora venía el tiempo de devolverla. Al ser llamado iba pensando en lo peor ya que todo ese dinero se había gastado y no tenía posibilidad alguna de restituirlo. Sabía que su señor tenía la potestad para buscar la manera de hacer que el dinero vuelva a sus manos y que unas de esas posibilidades era venderlo a él y a toda su familia a fin de compensar de alguna manera la perdida. Y tras decirle que no tenía el dinero para devolver eso fue lo que precisamente escuchó y sintiendo este gran peso producido por la condición futura, entonces se postró y rogó pidiendo paciencia para que le sea extendido el plazo para pagarlo todo. ¿Podría? No, la suma era inmensa, no podría pagar jamás la deuda, pero el asunto era evitar perder la libertad. Sin embargo, lo increíble sucedió, lo inesperado, el rey le perdonó la deuda y lo dejó en libertad. ¡Qué….! ¿Había escuchado bien? Cuando se vio libre y probablemente con una carta que le decía deuda saldada, entonces ya en la calle recuperó el aliento y obviamente también su vida. Deuda imposible de pagar… deuda saldada por el mismo acreedor.
Lamentablemente la historia contada por el Señor terminó mal, hasta aquí toda la belleza ocurrida dentro de la parábola. Esta parte sin embargo es suficiente para permitirnos ver la obra de Dios en favor de la humanidad. Él es el acreedor que llama a todo hombre a pagar su deuda, nosotros somos los que vamos delante de él para decirle: “señor no tenemos con que pagarte, ten paciencia”. Y es que no hay nada que podamos hacer para saldar nuestra cuenta, el pecado ha producido en nosotros tal deuda que no podemos pagarla; entonces solamente nos espera el infierno. Pero, mira, eso es precisamente lo que Dios no hace pues asume la deuda por nosotros y nos perdona y da libertad (Col.2:13-14) y no sólo eso sino que derrama sus bendiciones a fin de que podamos llevar una verdadera vida (Jn.10:10b). ¡El acreedor ha pagado nuestra deuda y aun nos bendice! … ¡Necesitamos algo más! Vivamos una vida de gratitud por todo esto…¡Cómo no hacerlo!
martes, 19 de julio de 2016
CONCIENCIA MORAL
“Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (v.15)
Dios nos dio una conciencia moral para que aun desconociendo su ley podamos ser responsables de nuestros actos ya que por ella podemos discernir si nuestras acciones son malas o buenas. Obviamente así como la Ley anunciaba lo que era pecado y no conseguía detener la maldad del corazón del hombre, lo mismo también ocurrió con la conciencia moral. Ambas resultaron insuficientes para hacer del hombre alguien capaz de ser declarado justo delante de Dios.
Con la conciencia moral sin embargo ha sucedido algo particular y es que esta se va endureciendo al punto que se envilece, terminando por no cumplir con su propósito sino alentando a todo lo contrario tal como lo afirma Pablo en 1 Timoteo 4:2 cuando habla de hombres que se levantan para predicar doctrinas engañosas y de demonios.
¿Cómo evitar que nuestra conciencia no nos juegue una mala pasada? La respuesta está en la obra de Jesucristo, lo que él ha hecho por su sangre (muerte). Así leemos en Hebreos 9:14: “Si esto es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente!”.
La obra de Cristo trae una nueva conciencia, una conciencia capaz de discernir lo que es bueno para servir a Dios. No existe una conciencia moral apartada de la cruz de Cristo, por eso bueno es concluir con las Palabras de Pablo: “Para los puros todo es puro, pero para los corruptos e incrédulos no hay nada puro. Al contrario, tienen corrompida la mente y la conciencia” (Tit.1:15)
lunes, 18 de julio de 2016
AL CIEN POR CIENTO
“Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades; sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas fuimos sanados.” (v.5)
Leía hace algunos días lo siguiente: “Jesucristo es no sólo el Salvador del alma, sino también el Salvador de la vida total… Jesucristo es el Salvador de su alma, de su matrimonio, de sus emociones, de su mente, de su trabajo, de su educación, de sus hijos”. ¿Está usted de acuerdo con esta afirmación?
Isaías el profeta afirma que “gracias a sus heridas fuimos sanados”. Para ser sanados necesitamos estar enfermos así que es obvió preguntarse ¿cuál es la enfermedad que la humanidad ha adquirido? El contexto nos responde diciéndonos que es el pecado por lo que entendemos que la obra de Jesús en la cruz tuvo el propósito de salvarnos del pecado y de las consecuencias que este tiene sobre nuestras vidas. Ahora bien cuando hablamos del pecado nos concentramos únicamente en sus consecuencias y entonces decimos: “ya no iremos al infierno” pero eso es todo, a esto solamente se reduce la sanidad que Cristo trae.
El aspecto olvidado es el poder que el pecado tiene para asumir el control sobre nuestras vidas. Sabido es que éste se hace posible a través de los enemigos que la Biblia sostiene que tiene todo hombre: el diablo y sus demonios, el mundo, y la naturaleza pecaminosa (1 Pe.5:8; 1 Jn.2:15-17; Ro.7:18). Al morir Jesucristo estos pierden su poder de tal manera que quien experimenta la salvación ya no vive sometido al pecado sino en victoria sobre este (Col.2:13-15; Jn.16:33; 1Jn.5:19; 5:4-5; Ro.6:11-23; 8:1-2).
La consecuencia de no haber prestado la debida atención a lo anterior nos ha impedido entender la relevancia del poder de la salvación de tal manera que la hemos refundido únicamente al alma, pero ¿acaso el pecado no ha hecho daño a todos los aspectos de nuestra vida, tomando control sobre todo a través de nuestros enemigos? Ahora bien, ya vencidos estos, la salvación ha llegado a toda la vida… JESÚS ES EL SALVADOR DE LA VIDA TOTAL… AL CIEN POR CIENTO.
viernes, 15 de julio de 2016
EL OBJETIVO DE TU VIDA
“Así que, ya sea que estemos aquí en este cuerpo o ausentes de este cuerpo, nuestro objetivo es agradarlo a él. Pues todos tendremos que estar delante de Cristo para ser juzgados. Cada uno de nosotros recibirá lo que merezca por lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en este cuerpo terrenal” (vv.9-10).
¿Cuál es tu objetivo en la vida? ¿Para qué vives? No parece ser una pregunta difícil, sin embargo cuán determinante es la respuesta que cada hombre de a ella. De ésta depende no solamente a qué se dedicará en la vida, pero también su trascendencia y futuro eterno.
Pablo sostiene que todo hombre será juzgado por Dios y que se le otorgará conforme a lo bueno o malo que haya hecho durante su vida terrenal. Para no hacer ambiguo esto de lo “bueno o lo malo” sostiene que ello está relacionado con el objetivo que el hombre determina para su vida. Así quien pone como objetivo de su vida el agradar a Dios puede estar seguro de que sus obras son buenas, por el contrario aquel que se ha apartado de éste, tendrá un gran problema delante de Dios pues sus obras serán tipificadas como malas.
En realidad esto es más profundo que solamente decidir por lo uno o lo otro, esto parte por la decisión de determinar quién será el señor de tu vida pues todo objetivo está intrínsecamente relacionado con esto. Así Pablo en Romanos 14:8-9 afirma: “Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven”. Si Jesús es tu Señor, organizarás tus objetivos en dirección de agradarle, tu estilo de vida se orientará hacia lo bueno. Lamentablemente esto también es verdad con un objetivo de vida contrario como lo señaló el mismo Señor Jesús cuando dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Jn.8:44). El tipo de Señor que elijas terminará determinando el carácter de tus obras.
¿Cuál es tu objetivo en la vida? ¿Para qué vives? Tu respuesta cuenta.
jueves, 14 de julio de 2016
DEBILIDAD
“Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses” (v.17).
Hombres comunes y corrientes, con sus debilidades y angustias, con luchas y dilemas éticos similares a los nuestros; son los personajes de los que nos hablan las Escrituras. Así fueron los hombres que decidieron caminar con Dios, cuyas vidas no nos revelan perfección pero sí un compromiso sincero de fe y obediencia. De hecho los mismos relatos bíblicos nos impiden sublimar sus vidas mostrándonos sus fallas a fin de que no pensemos de ellos más de la cuenta. Así lo afirma Santiago cuando al referirse a Elías dice que “era un hombre con debilidades como las nuestras” (NVI).
Tomar en consideración esto es importante para nosotros porque no somos precisamente tolerantes con nuestras debilidades. Somos de los que cuestionamos nuestros fracasos y nos traen culpa y frustración. Queremos ser un producto terminado cuando en realidad no es algo que lograremos aquí (1 Jn.3:2), pero a su vez olvidamos que es Dios quien nos ve como materia acabada al otorgarnos esta gracia, de allí que Pablo define a Abraham como padre de la fe a pesar de llevar una vida llena de debilidades (Ro.4:17-23).
Aceptemos pues tal condición, pero que ella sea para llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblor (Fil.2:12) y no como un pretexto para que el pecado tome dominio sobre nosotros. Que nuestra debilidad sea para depender de la gracia de Dios “a fin de que el poder de Dios se perfeccione en nuestra debilidad” (2 Cor.12:9).
miércoles, 13 de julio de 2016
TECNOLOGÍA
1 Timoteo 4:1-6
“Todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada es despreciable si se recibe con acción de gracias, porque la palabra de Dios y la oración lo santifican” (vv.4-5)
“Todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada es despreciable si se recibe con acción de gracias, porque la palabra de Dios y la oración lo santifican” (vv.4-5)
¿Qué acerca de la tecnología? ¿Es del Diablo o es de Dios? ¿Mala o buena? Nos es obvio que en el ámbito cristiano existen sectores que han satanizado la tecnología considerándola un instrumento de maldad y que por lo tanto hay que cerrarle la puerta. Esta postura no ha sido del todo honesta pues sin duda cuando hablamos de tecnología, ésta se expresa en sus más variadas formas y han usado las más convenientes, mientras han sido duros con aquello que han juzgado como satánicas. Un análisis más profundo revelará un carácter subjetivo en esta ulterior clasificación.
Pablo habla de una serie de prohibiciones que se dará en los últimos tiempos con el propósito de mostrar piedad. La gente alegará su espiritualidad en función de su apego o no a ellas. ¿Tienen ellos la razón al reducir sus vidas a este ejercicio? La respuesta del apóstol es “no” y es que él no solamente reconoce que llegamos a una mentalidad absurda sino también a un estilo de vida que nos va a llevar a un comportamiento hipócrita. “Todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada es despreciable si se recibe con acción de gracias, porque la palabra de Dios y la oración lo santifican”.
En lugar de satanizar la tecnología, bueno sería dar gracias a Dios y en ese contexto pedir su dirección para usarlo de la manera que él querría que su iglesia lo usara. No sólo los cristianos sino también gente correcta desea buenos programas de televisión, por sólo mencionar un caso, y hemos dejado tal instrumento en manos de los instrumentos del Diablo para que hagan daño al mundo y a nuestros hijos. Así como en la TV ocurre en otros ámbitos, y a esa nuestra pasividad y falta de creatividad para usarlos como instrumento de justicia es más fácil adoptar una conducta que nos lleva a satanizarlas. Lo único satánico que hay en todo esto es que habiéndonoslo dado Dios permitamos que se use para la maldad. Abandonemos la pasividad. Seamos creativos en su uso… santifica aquello que el mundo usa para lo malo.
martes, 12 de julio de 2016
RACIONALIZANDO EL PECADO
1 Corintios 10:1-15
“Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (vv.11-12).
Existe una manía muy común entre los seres humanos: racionalizamos nuestros pecados. Entendemos por racionalización al fenómeno por el cual buscamos motivos razonables, pero no reales, para justificar los actos más irracionales. Las Escrituras contienen mucho de este tipo de acción, siendo la primera originada en el mundo espiritual, teniendo por protagonista a Lucifer quien razonó de la siguiente manera: “… Subiré hasta los cielos ¡Levantaré mi trono por encima de las estrellas de Dios! Gobernaré desde el extremo norte, en el monte de los dioses. Subiré a la cresta de las más altas nubes, seré semejante al Altísimo.» (Is.14:13-14). Solamente las funestas consecuencias hizo que volviera en sí, pero su pecado ya estaba consumado.
¿Cómo razonas frente a tu pecado? Hay quienes pretenden sacar de raíz la palabra “pecado” y sustituirlas por otras que no les sean incomodas pero que a su vez consigan abriendo las puertas para su práctica sin que sientan la mínima vergüenza y mucho menos culpa por lo que hacen. Otros lo asumen como una cuestión propia de la naturaleza humana con la cual hay que coexistir, y aquí tal razonamiento encierra una media verdad la que en definitiva es una mentira. ¿Cómo racionalizas tu pecado?
No podemos caer en la racionalización del pecado. Tal cosa no la justifica. Por eso somos llamados a mirar hacia atrás a fin de que no sigamos sus ejemplos. No racionalicemos el pecado.
viernes, 8 de julio de 2016
PONTE EN MARCHA
Éxodo 14:1-18
“Pero el Señor le dijo a Moisés: « ¿Por qué clamas a mí? ¡Ordena a los israelitas que se pongan en marcha!” (v.15)
Los israelitas están acorralados, no hay escapatoria ante la cercanía del ejército egipcio que ha salido tras de ellos bajo el liderazgo de su propio faraón. Miran a un lado y otro y el único lugar de salida es en dirección al mar, pero esto sería una pésima idea… No a ellos no se les ocurriría que eso sería el camino para la salvación. Ante tal eventualidad el aun inmaduro pueblo eleva sus quejas contra Moisés y Dios: “¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros? ¿Para qué nos sacaste de Egipto? Ya en Egipto te decíamos: “¡Déjanos en paz! ¡Preferimos servir a los egipcios!” ¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto!” (vv.11-12). Sin duda la situación era crítica.
¿Qué hacer frente a un momento así? Moisés hizo lo que todos hacemos cuando nos hallamos en aprietos: él clamó. Nos imaginamos que agonizó en esa oración, que toda su vida se le fue mientras pedía ayuda a Dios. La respuesta vino pronto y en forma de reproche de parte del Señor: “qué haces clamando, pon manos a la obra y da la orden para que los israelitas se dirijan por allí donde ellos creen que sería imposible salir”. Su obediencia traería como resultado la liberación definitiva de la opresión egipcia para los egipcios, pero también el milagro más sonado en la Historia de nuestra humanidad. Cuando Moisés oró y caminó, Dios hizo que las cosas sucediesen.
Pecamos cuando no oramos, pero olvidamos que también pecamos cuando oramos y no caminamos. ¡Cuánto pecado hay en la Historia de la Iglesia que corresponde a esta segunda categoría! Hacer de esta forma es pecado de incredulidad, porque la fe no es creer y no actuar; la fe es creer y actuar, es orar y caminar. Necesitamos orar dispuestos a escuchar el reproche de Dios: “¿Por qué clamas a mí? Ponte de pie y camina. Deja hoy las rodillas…ponte en marcha.
miércoles, 6 de julio de 2016
EL OLVIDO DE DIOS
Deuteronomio 8:11-20
“Más si llegares a olvidarte de Jehová tu Dios y anduvieres en pos de dioses ajenos, y les sirvieres y a ellos te inclinares, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis. Como las naciones que Jehová destruirá delante de vosotros, así pereceréis, por cuanto no habréis atendido a la voz de Jehová vuestro Dios” (vv.19-20)
Este pasaje nos ubica en la antesala a la tierra prometida. Israel se prepara para ingresar en ella y Dios conocedor por un lado de lo que hay ella, y por otro, también conocedor de la naturaleza humana, advierte a Israel de los peligros que le habrían de venir si sucumben al estilo de vida que se levantaba alrededor de los dioses cananeos. Los grandes beneficios que recibirían de dicha tierra podrían después de consumirla llevarlos al olvido y posteriormente a un orgullo tal que se olvidarían de Dios y se volverían contra él, es lo que teme el Señor y de allí que esta sección constituye una advertencia ante una futura acción como ésta.
¿Funcionó? Lamentablemente no, Israel comió, se sació, edificó buenas casas en donde habitó, sus vacas y ovejas aumentaron, la plata y el oro se multiplicaron y todo lo que tuvieron aumento. Entonces se orgulleció su corazón y se volvió contra el Dios que lo sacó de Egipto.
La posmodernidad es un reflejo de las épocas pasadas, aunque busca ufanarse de cosas novedosas no es sino una burda imitación de lo que ya aconteció en el pasado en algún lugar del mundo. Orgullosa como las demás se levanta contra Dios y se olvida de él para erigirse sus propios dioses y sucumbir antes los viejos estilos de vida. Así que, la también vieja advertencia de parte de Dios vuelve a tomar resonancia y actualidad: si anduviereis en pos de dioses ajenos, y les sirviereis y a ellos te inclinares, yo lo afirmo hoy contra vosotros, que de cierto pereceréis”.
Lamentablemente sin ser advertida y mucho menos oída, somos una generación que está contribuyendo con su propia declinación. ¿Hay salida? Sí, siempre la hay y están en estas simples palabras escritas por el apóstol Juan: “Queridos hijos, apártense de los ídolos” (1 Jn.5:21). Esto es suficiente.
martes, 5 de julio de 2016
EL PODER DEL EJEMPLO
Juan 13:12-20
“Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (v.15)
En mis días de Seminario leí un libro en el que se encontraban unas palabras que impactaron tanto mi vida que hasta hoy pasadas varias décadas aun las recuerdo: “Tus acciones hablan tan alto que no se escucha lo que tu dice”. Hoy nuevamente vienen a mi memoria a partir de la cita mencionada.
Desde una perspectiva cristiana D. Moody dijo que: “Después del poder de Dios la serena belleza de una vida santa es la influencia más positiva del mundo”. El poder del ejemplo es tan grande que nos hemos roto la cabeza al pasarla por alto buscando metodologías efectivas que nos ayuden a formar a nuestras generaciones en valores y en conductas. Y no es que se haya ignorado el poder del ejemplo sino que todo ha quedado únicamente como excelentes sermones aun para aquellos que lo han predicado.
Necesitamos volver al ejemplo. El Señor mismo reconoció el valor de ello para sus enseñanzas. Definitivamente para los cristianos no nos queda otro camino. Debemos tomar con seriedad las palabras de Albert Schweitszr cuando dice: “El ejemplo no es la cosa principal a la hora de influir a los demás; es la única”. No enseñamos filosofía, lo nuestro es una forma de vida, por tanto el ejemplo es el único camino que tenemos para que la gente conozca el poder transformador que hay en Jesucristo. Que tus acciones sean tan grandes que aunque hables mal todos te puedan escuchar.
lunes, 4 de julio de 2016
CONOCER DE OÍDAS A DIOS
Job 42:1-6
“De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos” (v.5)
Interesante afirmación de Job. Por intermedio de ella confiesa que realmente no conocía a Dios de manera personal sino que su relación con él era a partir de una información que le había venido, la cual nosotros desconocemos, pero que carecía de aquello que ahora sí lo lleva a declarar: “de oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos”.
Las palabas de Job nos permiten sacar algunas implicancias que son importantes tomar en cuenta para todo hombre que sinceramente busca a Dios:
- Es posible ser una persona justa y temerosa de Dios sin conocer personalmente a Dios. El primer capítulo revela en palabas de Dios que esta era la cualidad por la que Job destacaba por encima de cualquier otro de sus contemporáneos (Job 1:1-2)
- Es un conocimiento que entrará en crisis frente a los dilemas más profundo que la vida nos plantea. Job mismo ha experimentado esta crisis y la reconoce en el pasaje que consideramos para nuestra reflexión de hoy.
Lo sucedido a Job ilustra una verdad que se afirma de manera clara en el Nuevo Testamento: El hombre necesita más que un conocimiento de oídas para resolver la crisis que le ocasiona el pecado. En las propias palabras del Señor “Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado” (Jn.17:3), expresan la necesidad que el hombre tenga un conocimiento existencial (experimental y vivencial) con el Padre y con él si quiere apropiarse de la vida eterna que le es ofrecida. El conocimiento de oídas que lo ha llevado a la vida piadosa producto de su religiosidad no le servirá de nada pues el hombre en su estado natural no puede heredar el reino de los cielos (Jn.3:3).
Conocer de oídas es insuficiente, necesitas ver a Dios con tus propios ojos para resolver el gran dilema de tu vida. Que esto te lleve a tomar en serio Juan 1:12 que dice: “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.”
CRISTIANISMO IGUAL A HUMANISMO
Juan 1:1-18
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad… Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (vv.14, 16)
Humanismo, ese movimiento que pretende exaltar las cualidades del hombre. ¿Es posible concretarlo como tal? ¿Podrán algún día sus propulsores sentirse satisfechos de haber arribado a los fines propuestos cuando se determinaron a ir tras él?
Interesante que el humanista decanta en una humanidad divinizada. El hombre que todo lo puede y que basta escrutar en todas sus posibilidades para que dirigiéndole correctamente pueda desarrollar todo el potencial de su naturaleza. ¿Existirá aquel hombre? ¿Podemos siquiera aceptar que sea un proyecto serio?
De hecho podemos felicitar y dar una palmadita a los gestores del Humanismo en el sentido de que su planteamiento no es más que la expresión de volver al hombre a sus raíces, allá cuando Dios dijo: “…Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Gn.1:26), sin embargo también hay la gran necesidad de una gran reprimenda por el craso error de dejar de lado a Dios en todo esto. Y es que es fácil notar que hay una trasposición de términos y conceptos que hace que sus fines sean imposibles sino se retoma a Dios y es allí en donde el Cristianismo le sale al auxilio. ¿Por qué? Por cuanto en éste se enseña Quién es el verdadero hombre a quien la humanidad debe aspirar, pero no solo eso sino que se nos afirma que no es un proyecto personal ingenuo sino que es una realidad que se hace en Jesús, verdadero HOMBRE. Es más él ya lo hizo por nosotros.
Hombre pleno, humanidad plena. Todo está en Cristo y de su plenitud hemos tomado todo a causa de su abundante gracia. HE ALLÍ TU HUMANIDAD.
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