martes, 19 de julio de 2016

CONCIENCIA MORAL

“Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos” (v.15)

Dios nos dio una conciencia moral para que aun desconociendo su ley podamos ser responsables de nuestros actos ya que por ella podemos discernir si nuestras acciones son malas o buenas. Obviamente así como la Ley anunciaba lo que era pecado y no conseguía detener la maldad del corazón del hombre, lo mismo también ocurrió con la conciencia moral. Ambas resultaron insuficientes para hacer del hombre alguien capaz de ser declarado justo delante de Dios. 
Con la conciencia moral sin embargo ha sucedido algo particular y es que esta se va endureciendo al punto que se envilece, terminando por no cumplir con su propósito sino alentando a todo lo contrario tal como lo afirma Pablo en 1 Timoteo 4:2 cuando habla de hombres que se levantan para predicar doctrinas engañosas y de demonios. 
¿Cómo evitar que nuestra conciencia no nos juegue una mala pasada? La respuesta está en la obra de Jesucristo, lo que él ha hecho por su sangre (muerte). Así leemos en Hebreos 9:14: “Si esto es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente!”. 
La obra de Cristo trae una nueva conciencia, una conciencia capaz de discernir lo que es bueno para servir a Dios. No existe una conciencia moral apartada de la cruz de Cristo, por eso bueno es concluir con las Palabras de Pablo: “Para los puros todo es puro, pero para los corruptos e incrédulos no hay nada puro. Al contrario, tienen corrompida la mente y la conciencia” (Tit.1:15)

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