1 Corintios 10:1-15
“Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (vv.11-12).
Existe una manía muy común entre los seres humanos: racionalizamos nuestros pecados. Entendemos por racionalización al fenómeno por el cual buscamos motivos razonables, pero no reales, para justificar los actos más irracionales. Las Escrituras contienen mucho de este tipo de acción, siendo la primera originada en el mundo espiritual, teniendo por protagonista a Lucifer quien razonó de la siguiente manera: “… Subiré hasta los cielos ¡Levantaré mi trono por encima de las estrellas de Dios! Gobernaré desde el extremo norte, en el monte de los dioses. Subiré a la cresta de las más altas nubes, seré semejante al Altísimo.» (Is.14:13-14). Solamente las funestas consecuencias hizo que volviera en sí, pero su pecado ya estaba consumado.
¿Cómo razonas frente a tu pecado? Hay quienes pretenden sacar de raíz la palabra “pecado” y sustituirlas por otras que no les sean incomodas pero que a su vez consigan abriendo las puertas para su práctica sin que sientan la mínima vergüenza y mucho menos culpa por lo que hacen. Otros lo asumen como una cuestión propia de la naturaleza humana con la cual hay que coexistir, y aquí tal razonamiento encierra una media verdad la que en definitiva es una mentira. ¿Cómo racionalizas tu pecado?
No podemos caer en la racionalización del pecado. Tal cosa no la justifica. Por eso somos llamados a mirar hacia atrás a fin de que no sigamos sus ejemplos. No racionalicemos el pecado.
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