viernes, 22 de julio de 2016

ACEPTACION

“Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios” (v.7)

La aceptación es un valor que se nos hace necesario. Necesito aceptarme y luego necesito aceptar a los demás. De hecho la aceptación sigue ese camino, primero yo, luego los demás, así lo dejó claro el Señor cuando al referirse a la segunda parte del Gran Mandamiento afirmó que debíamos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mt.22:39).
Aceptarnos implica recibirnos como individuos y sentirnos contentos con quienes somos. Al hacerlo así construimos la identidad con la cual salimos al mundo y hacemos frente todas sus presiones. Que hayamos arribado a un buen término nos proporcionará los recursos para aceptar también a los demás y construir así una red saludable de relaciones.
Pero ¿cómo logramos aceptarnos? ¿Es posible hacerlo sin la ayuda de Dios? Realmente el hombre puede intentarlo pero su esfuerzo será en vano. Nos vamos a sentirnos inconformes porque lo que veremos de nosotros no nos será nada agradable. Sin embargo es cuando ponemos nuestros ojos en la cruz en que recién podemos entender el valor que tenemos para Dios y el como él nos recibe a través de su Hijo Jesucristo. Toda nuestra percepción cambia y al recibir su perdón y su gracia terminamos dando la bienvenida a un nuevo hombre, aquel cuya identidad está ahora en Aquél que le salvó. 
Entonces lo que antes no podía, ahora sí puedo. Puedo desarrollar relaciones sanas con los demás porque también las tengo conmigo mismo. Me he recibido, me he aceptado, puedo aceptar a los otros como Cristo me ha aceptado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario