“Los discípulos al verlo caminar sobre el agua, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar llenos de miedo por lo que veían. Pero él habló en seguida con ellos y les dijo: ¡Cálmense! Soy yo. ¡No tengan miedo!” (vv.49-50).
Pareciera que la siguiente afirmación suena como una blasfemia, pero si la meditas tan sólo un poquito hallarás que es algo que nos ocurre a la gran mayoría. ¿Cuál es esta afirmación? “Nunca Jesús resulta siendo Dios sino cuando viene a nuestro encuentro en las tormentas de la vida”. Déjame explicarlo.
Creo que en el fondo nos ocurre lo mismo que los discípulos tras el milagro de la alimentación de los cinco mil. ¿De qué forma impactó en sus vidas el hecho de haber dado de comer casi a quince mil personas – es posible que este haya sido el número real – con tan sólo cinco panes y dos peces? Marcos nos lo explica en las palabras siguientes: “Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones”. ¿Deberás no habían entendido… no habían visto su gloria, gloria como la del Hijo de Dios? No, y debido a ello Jesús tuvo que ponérselas difícil para que pudieran entender quién era él. Nota que en medio de la prueba y al llegar ante ellos se identifica como el gran YO SOY, nombre con el cual Dios se dio a conocer a Moisés (Éx.3:14). Tras eso y al llegar a la barca se calmó el viento; y ellos le adoraron diciendo: “Verdaderamente eres Hijo de Dios” (Mt.14:33)
No somos afectos a las tormentas, pero sucede que las cuestiones cotidianas parecen darnos una imagen de Cristo muy suave que solamente los momentos de crisis nos las devuelven en su plenitud. No pretendo señalar un absoluto en mis afirmaciones de hoy, pero creo que muchos entenderán cuando digo que Jesús es realmente conocido como el Gran YO SOY en medio de las tormentas. Oro porque esto no suceda, pero si así ocurriera, no nos preocupemos él se encargará de hacernos saber quién es.
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