Lucas 23:33-43
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (v.34a)
Comúnmente pensamos que perdón y reconciliación es lo mismo. Entonces tememos perdonar porque asumimos que tenemos que concederle a la otra persona los mismos beneficios que ella tenía antes de ofendernos. Es natural encontrar este recelo en esposas que han sido maltratadas pues obviamente sienten que sería exponerse a un marido violento si al perdonarlos tienen que permitirle que vuelva al seno del hogar, mucho más si él no ha expresado ningún tipo de arrepentimiento. Algo parecido ocurre cuando se tiene que perdonar a la amiga que ha traicionado la confianza siendo infidente pues se infiere que el darle esta gracia significaría tenerla nuevamente en el círculo íntimo.
No, perdón y reconciliación son dos cosas diferentes en las Escrituras. Ciertamente el Señor perdonó a los responsables de su muerte sin embargo más adelante Pedro en su mensaje a los judíos les dijo que era necesario arrepentirse y convertirse para hallar perdón y reconciliación con Dios (Hch.2:37-39). Al ser conscientes de la gravedad del daño que habían ocasionado al Autor de la Vida, ellos se arrepintieron, hicieron restitución y por último iniciaron una relación de fidelidad al Señor que les hizo confiables en su presencia.
Quienes hemos ofendido debemos de entender este proceso. Es verdad que cada caso es distinto, sin embargo, no podemos soslayar la necesidad de cumplir con seriedad estos requisitos si deseamos reconciliación. No digas que no has sido perdonado si notas aun recelo en tus hijos o esposa, sí, ellos lo han hecho, lo que pasa es que ahora debes trabajar para que se restablezcan las relaciones y desaparezcan toda esa sombra de desconfianza que han generado tus acciones pasadas. Por otro lado si eres el que ha sido ofendido, no temas perdonar, esto hará que se abra el camino a una futura reconciliación a la cual sin duda todos hemos sido llamados. Que la gracia del Señor nos ayude en todo esto.
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