Proverbios 19:8-12
“El buen juicio hace al hombre paciente; su gloria es pasar por alto la ofensa” (v.11)
“Duro de irritar” sería un título magnifico para una película. El argumento tendría que ver con las diversas situaciones que pasamos en la vida que exaltan a nuestro ánimo, y la forma de mantenernos indemnes al enfrentarlas. El personaje principal que atraviesa todas estas peripecias sin ser afectado daría origen a nuestro título, él sería el “Duro de Irritar”.
Quiero soñar que a alguien se le podría ocurrir una película como esta. Sería una película distinta, ciertamente encontraríamos cierto tipo de violencia, pero estas vendrían únicamente de aquellos que acostumbran a herir a las personas de formas diversas, sin embargo no veríamos respuestas del mismo calibre sino únicamente a un individuo sensato que no pierde los estribos y que busca de manera creativa pagar con un bien un mal, no dejando de esa manera que la ofensa le afecte.
Con honestidad, nos gustaría tener el rol protagónico, pero que esto no fuera una película sino la vida real. Vivimos en un mundo tan violento (y no me refiero únicamente a la violencia física) que no tiene piedad para herir y dañar a los suyos. Tristemente ocurre también en la iglesia y no necesariamente somos el “duro de irritar” sino los “irritables”. Nos hemos comido la idea que la gloria del hombre está en la medida de la respuesta que des a la ofensa. ¡Qué gran mentira!
Cierto que al llegar al punto de querer ser el “duro de irritar” concluiremos que no podemos lograrlo en nuestras fuerzas. No somos capaces solos, y que bueno que así sea. Entonces reconoceremos la necesidad de dependencia de Dios para hacerlo posible. Solamente Él hace “duros de irritar”. Por tanto no hay motivo para que no seamos el personaje central de nuestra propia vida. Te animo a iniciar en este camino… lo necesitamos.
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