2 Corintios 1:12-14
“Nos satisface saber que nos hemos comportado bien, y que hemos sido sinceros con todos, especialmente con ustedes. No lo hicimos guiados por nuestra propia sabiduría, sino con la ayuda de Dios, y gracias a su amor” (v.12)
El buen comportamiento es esencial en la vida de todo cristiano. Dios nos ha llamado para resplandecer como luminares en este mundo lleno de tinieblas y eso únicamente será posible si mantenemos un buen comportamiento.
Sin embargo tenemos un gran problema: no sabemos cómo comportarnos y si lo sabemos no somos capaces de poder encarnarlo. Existe aún una ignorancia acerca de lo que Dios nos exige en cuanto a la manera de vivir tanto fuera como dentro de la iglesia. Tal ignorancia hace que sigamos modelos que tienen cierto tinte moralista pero que no consiguen conformarse a lo que Dios espera de nosotros, algunos de ellos incluso vienen de nuestra tradición denominacional que lo hacen tener un cierto aroma de sagrado pero a eso es todo lo que llegan. Por otro lado cuando por fin abrimos a nuestros ojos a lo que las Escrituras nos modelan en cuanto a esta área, hallamos que sea nuestro temperamento, carácter o personalidad terminan jugándonos una mala pasada de tal manera que clamamos como Pablo, “Miserable de mí”.
Nuestro texto de hoy tiene precisamente el llenar ambas limitaciones que atentan contra nuestro buen comportamiento. Pablo está entusiasmado por el nivel que ha alcanzado en cuanto a esto y nos comparte cómo lo hizo: “No lo hicimos guiados por nuestra propia sabiduría, sino con la ayuda de Dios, y gracias a su amor”. Dos elementos claves son resaltados en estas breves palabras: (1) La sabiduría divina, no podemos esperar un comportamiento que agrade a Dios y que sea de impacto si éste no procede de las Escrituras. No humanismo, tampoco tradicionalismo, sí sabiduría divina que nos viene por medio de la Palabra de Dios; (2) La ayuda o gracia de Dios, todo es posible cuando dependemos únicamente de su gracia, cuando levantamos nuestra voz en clamor y decimos “Padre, no puedo, necesito tu ayuda… dame la fuerza para lograrlo”.
Dios quiere que vivamos con la satisfacción de un buen comportamiento. Hoy sabemos cómo hacerlo. ¿Estás dispuesto a trabajar por ello?
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