1 Jn.4:7-21
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (v.18).
¿Qué tiene que ver el amor con la libertad? Todo, absolutamente todo. Y cuando se trata del amor de Dios podemos afirmar que hemos hallado la perfecta libertad.
Definitivamente ser libre no es contar con la permisividad de hacer todo lo que se nos plazca. La experiencia muestra que quienes actúan de tal modo terminan siendo esclavos de aquellos hábitos que por lo general son totalmente destructivos. No, libertad no es contar con la anuencia de hacer lo que yo quiero.
Entonces ¿qué es la libertad? La libertad tiene que ver con algo que le ocurre al espíritu. Nos ocurre cuando nuestro espíritu deja de experimentar temor frente a las fuerzas externas e internas que buscan esclavizarnos con preocupaciones, resentimientos, culpas, soledad, depresión, etc. Cuando ninguna de estas cosas consigue doblegarnos… hemos hallado perfecta libertad.
Y ¿cómo logramos esto? Con el amor que viene de Dios. Es Dios quien nos lo ofrece y lo experimentamos en la medida que más le conocemos. Conocerle es descubrir un amor totalmente liberador. Su presencia aleja en nosotros todo temor, de allí que esto se convirtiera en uno de los principales motivos de la oración de Pablo en favor de la iglesia (Efesios 3:17-19), y se constituyera en el tema dominante de la carta escrita por Juan, el discípulo amado.
¿Deseas libertad perfecta? Acepta el amor que el Señor te quiere dar. Nada ni nadie conseguirá dártelo sino sólo el amor de Dios. Haz una sincera oración en este mismo instante y dile, “Señor dame de tu amor, quiero ser verdaderamente libre…Gracias”.
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