1 Timoteo 6:17-19
“Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera” (vv.18-19)
El Señor nos ordena que compartamos lo que tenemos para la extensión de su reino. Es una forma segura en la que atesoraremos para nuestro futuro y obtener así la verdadera vida, es lo que se nos afirma a través de las palabras de Pablo.
No nos es difícil entender este mandamiento, por lo menos no en teoría, aunque en la práctica exista mucha resistencia a su obediencia. Dios dice que debemos de usar nuestro dinero para que a otros se les predique el evangelio y se conviertan al Señor. Es un hecho que cuando damos para el desarrollo del ministerio de la iglesia, para las misiones o a algún ministerio en particular; estamos ayudando a que las almas sean ganadas para Cristo y esta es la inversión más digna a la cual podemos contribuir con el dinero que Dios nos ha dado.
Nos debe entusiasmar la idea que alguien sea salvo a causa del dinero que hemos dado. Creo que no se nos ha ocurrido pensar en esto y de allí nuestra indiferencia al respecto. Lo digo nuevamente, es una buena inversión en ese sentido, pero también lo es en el otro pues resulta en nuestro beneficio y la razón para ello es que estas almas son nuestro tesoro en el cielo. Sí, todos aquellos que son salvos por causa de nuestra generosidad son considerados tesoros a favor nuestro beneficio cuando por fin dejemos esta tierra.
Que grato es imaginar que alguien en los cielos nos reciba con las siguientes palabras: “Gracias mi hermano porque aun no conociéndome ofrendaste para que yo esté aquí”. Ahora que sabes que hay otra forma de ganar un alma…¿qué es lo que harás?
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