viernes, 2 de septiembre de 2016

LLORANDO JUNTOS


“Si alguno está alegre, alégrense con él: si alguno está triste, acompáñenlo es su tristeza” (v.15 TLA).



Leía esta mañana algo que me impresionó acerca del diseño que Dios nos ha dado. Cuanto se comparte la alegría y el dolor – decía el devocional – ocurren dos cosas totalmente opuestas: la alegría compartida hace que recibamos el doble; mientras que al compartir el sufrimiento, éste se reduce hasta la mitad. Muy interesante.
Entonces esto llama poderosamente la atención a la iglesia la cual se constituye en la familia de la fe de todo aquel que ha confesado con sus labios que Jesús es su Señor. Y Pablo lo hace al demandar que en su seno se acompañe al que está pasando por un proceso de dolor o tristeza, “está llorando” afirma la RV60. ¡Cuánto bien nos hará tomar en cuenta estas palabras!
Lamentablemente de forma instintiva nos alejamos del sufrimiento no porque le seamos indiferentes sino porque nos sentimos conmovidos y no sabemos cómo tratar con ello. ¿Qué hago? ¿Qué le puedo decir? son las palabras que nos vienen enseguida y nos sentimos paralizados frente a esto. El resultado, dejamos que el hermano sea consumido por su dolor. Pero ¿y qué si solamente nos hacemos presentes y callamos como los amigos de Job? ¿Recuerdas el proceder de ellos? Si no, lee nuevamente 2:11-13 de ese libro. O ¿qué si solamente les decimos “comparto el dolor por el que estás pasando”?
Llorando juntos, es todo un desafió. Seamos los ojos por donde caen las lágrimas del Señor para consolar al afligido. Si lo hacemos todos, ¿no crees que su dolor se reducirá menos de la mitad? La iglesia necesita del ministerio del llanto.

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